Origen e inspiración

“Ella abrazó en sí a toda la humanidad doliente, a cada persona que sufre…en el cuerpo de su Hijo”

UNA LLAMADA

La Misión de María, originalmente, es una llamada, una llamada a amar.

A amar hasta el fin, como Dios ama, y con el amor con el que Dios ama.

A buscar lo que nadie busca y donde nadie busca. A amar lo que nadie ama, y donde nadie ama.

Llegar con este Amor a lo más profundo del dolor.

Descender a los infiernos de la existencia humana.

A los infiernos de hoy: de la soledad, de la pobreza, de la exclusión, de la violencia y la explotación, de la privación de libertad, de la enfermedad y la adicción.

 Y entrar en su oscuridad para llevar la luz de este Amor.

Portar en nosotros un Amor capaz de devolver la esperanza, de curar las heridas, de restaurar y levantar a la persona, al devolverle la conciencia de su dignidad, de su belleza, de su valor sagrado. La conciencia de quién es para Dios.

UNA RESPUESTA

“Nosotros hemos conocido el Amor y hemos creído en Él”

Esta  llamada resuena en cada corazón de un modo nuevo y singular y pide una respuesta personal, irrepetible, de cada uno, desde el fondo de su ser, según su conciencia y situación personal.

Para responder a ella, se requiere solo  una cosa: la fe en el Amor y en su poder. La fe en un Amor que nosotros hemos conocido primero en Dios. Un Amor que siempre es posible, que es irrenunciable, que no podemos negarle a nadie, en ningún caso.

Un Amor que no  tiene su origen en nosotros sino en Dios, y que por tanto,  trasciende nuestra limitación humana y nuestra capacidad, pero que al hacerse propio nuestro, sostiene nuestra entrega y se sirve de ella para alcanzar lo más íntimo de los corazones y dar fruto en ellos.

Creemos en un Amor que tiene poder para vencer al mal. En un Amor firme, fuerte, sereno, eterno e incondicional, que ama el fondo y la verdad más íntima de la persona, por encima de toda circunstancia y de cualquiera que sea su pasado o historia personal. Un Amor que es capaz de curar las heridas, de restaurar los corazones, de impulsar la vida de la persona que lo recibe, al  devolverle la experiencia de  su propia verdad para Dios, de su valor sagrado, de su belleza y dignidad, haciendo que recupere así la esperanza y la libertad perdidas.

Por la fe  en este Amor y en su poder, nos ponemos en camino hacia el dolor.

Aquí y ahora, en el instante y el lugar presente. Cada uno según su conciencia y capacidad, queremos responder a esta llamada.  

Para ello nos dirigimos hacia la humanidad que sufre, para llevar la noticia de este Amor a cada corazón que encontremos a nuestro alcance, especialmente cuando yace herido, postrado por el sufrimiento, sediento por la falta de esperanza y de sentido.

Portamos dentro de nosotros la esperanza de que el bien puede vencer al mal, la luz a la oscuridad, el amor al odio y la soledad. Y nos ponemos en camino, con humildad, para dirigirnos sin miedo a los lugares en los que reina la oscuridad: lugares de desesperanza, de soledad, de exclusión, de abandono o falta de perdón, de impotencia ante la adicción, de violencia o explotación, y de todas las formas de vejación o negación de la dignidad humana.

Queremos entrar en estos lugares de postración con humildad, habitar en ellos, y que la luz del amor prenda en ellos hasta comenzar a disipar su oscuridad. Que nuestra compañía habite su soledad. Que al entrar por la amistad en un corazón, nuestra estima le haga sentir su valor. Que nuestra ternura e inclinación, sean el espejo en el que recordar su belleza, y que la sinceridad de nuestro amor haga resurgir la conciencia de quién es para Dios, de su verdad única e irrepetible, con la que cada persona fue pensada, creada y amada eternamente.

UNA MISIÓN

“Acordaos de los presos como si estuvierais presos con ellos y de los maltratados como si estuvierais en su carne” heb 13,3

Cada uno en su lugar, en sus circunstancias personales, pero también en comunidad, nos hemos unido para llegar más lejos, como misioneros de María, e  ir afrontando pequeños proyectos de ayuda, de acompañamiento, de acogida y promoción de la persona humana, en los distintos ámbitos del sufrimiento en los que tenemos la oportunidad de entrar.

Nuestra Asociación tiene la vocación de ayudar de distintas formas a personas diversas, situaciones diversas, con los medios que en cada momento tenga a su alcance, y de permanecer en sus vidas como un apoyo, como una amistad fiel, a la que poder recurrir cuando sea necesario.

Esta orientación a la persona en su singularidad, sólo puede realizarse permaneciendo flexible, creativa, libre para tratar de acoger y ayudar, en lo que le sea posible, sin ceñirse a protocolos u obligaciones que no le permitan seguir su ideal de ser una pequeña misión. Una comunidad pequeña, pero siempre abierta y tendida en la búsqueda de los que sufren de diversos modos.

Para eso, queremos desarrollar distintos proyectos, priorizando las situaciones de exclusión, violencia, explotación, soledad, privación de libertad, enfermedad o adicción. Pero queremos también que la misión de María sea una forma de vida, una elección personal, como respuesta a una llamada compartida.